jueves, 18 de octubre de 2012

Un striptease involuntario, una mentira demasiado sincera, un comienzo demasiado acabado.



Los años no pasan en vano, las penas siguen en vena.
Puede que la sangre se pueda helar a 19 grados centígrados, o que el reloj se haya parado a las 19:23. Puede que aún siga oliendo a vacío y a tierra mojada, que sigan resonando los gritos de los niños del parque a través de la ventanilla y que lo único que queda entre tú y yo sea un silencio gélido con olor a despedidas y sabor amargo.
No hay palabras que lo alivien ni más besos que lo callen, solo esas malditas nubes de recuerdos que se agolpan en mis párpados y comienzan a dejar caer una extraña precipitación sobre mis mejillas dejando charcos en los lugares recorridos por tus besos.
Ya no hay más.
Supimos que nada era para siempre y que pensárselo dos veces antes de saltar significaba no hacerlo. Arriesgamos y ganamos a partes iguales la recompensa de haber coincidido y haber sido más que un proyecto. El resto, son sólo daños colaterales inevitables.
Caprichos del egoísmo, el encontrarte y pensar en ti como algo mínimamente mío, aún estando dispuesta a dejarte volar en el caso de que quisieras ser libre. Gracias, por lo que digo y lo que callo, por lo que todo el mundo sabe y lo que a la vez nadie nunca llegará a conocer. Gracias, por ser la mano que sujetó el asiento de la bicicleta cuando aún era demasiado torpe para pedalear por mí misma. Hoy sé que es hora de que aprenda a equilibrarme y a avanzar con la vista al frente sin miedo a las inevitables caídas.
No estoy dispuesta a mentir, no serán estas palabras el último testigo de tu recuerdo, pero no quiero que duelan, ya no.
Aquí las tienes, en el reverso de la última carta que sellamos con lágrimas y carmín rojo.

Inevitablemente, te quise.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Amaneceres vigilados.

Mientras despiertan los primeros rayos vespertinos a través de la persiana de mi dormitorio dibujando miles de infinitas franjas doradas de luz en la pared, mi mente se pierde divagando que mi amor por ti es una muda de ropa vieja y desgastada que descansa sobre el suelo de la habitación en un montoncito desordenado de tela. Y en ese momento, te imagino, andando descalzo por la habitación, patearlo para apartarlo de tu camino y así, después, dejarlo sobre la silla, encima de otro montón de ropa.

martes, 2 de octubre de 2012

Deconstrucción.

Suena.
Eco vacío de gritos ahogados. La temida calma después de la catástrofe. Gritos contenidos reducidos a motas de silencio que llenan el aire que respiro. 
Ya pasó todo, o eso dicen. La catástrofe pasó y arrasó lo que conocía, o creía conocer. 
Las sonrisas, los edificios, las canciones, los momentos. Todo se tambaleó y cayó como si de un débil castillo de naipes se tratara. Nos tembló demasiado el pulso.
Fue un momento, sólo un momento que pasó como el mayor de los huracanes de fuego arrasándolo todo. Ahora, sobre la mesa, me quedan cenizas, miles de palabras guardadas en el sobre de remitente borrado que nunca llegará a su destino.
No serán leídas. No volarán. No habrá nadie que vibre por ellas. Serán vacío.

Y sobre todo, y ante todo, silencio.

lunes, 1 de octubre de 2012

Too weak.

Quizás tuviera razón. Nunca di la talla ni fui lo suficientemente fuerte para hacerte feliz. Fui como esa niña que corría detrás del globo que siempre se le escapaba entre los dedos, rozándolo, casi llegando a tenerlo, pero sin fuerza suficiente como para llegar a alcanzarlo.
Demasiado pequeña, demasiado soñadora, quizás solo ingenua.
Unas manos demasiado pequeñas como para retenerte más, unos brazos demasiado débiles para abrazarte, unas piernas demasiado cansadas para correr tras de tí.
Un corazón demasiado pequeño sintiendo demasiado, siempre acaba explotando.