miércoles, 28 de mayo de 2014

21.

Odio los días como hoy
en los que llueve hacia el vacío
y me río muerta de miedo
llorando por la vida que soñamos tener
hasta la muerte que despertamos sin querer.
Hoy me miro las manos vacías de cariño.
Estoy tan rota que me duele hasta pensarlo
y tan lejos que te tengo a centímetros y ni siquiera me rozas.
Maldita la hora en que poesía para mi fue la forma de tu espalda
y el arte un sitio menos peligroso para refugiarse
que las palabras que se dicen a media luz
y el miedo que solo le tiene miedo
al miedo por temerle.
Desde que se que te vas
 cada día es una despedida nueva
y una y otra vez el mismo dolor
la misma desesperación ansiosa
de querer escribirte
y que le jodan al olvido.
Te seguiré escribiendo con cada una de mis manos,
con el vacío o la plenitud de la nostalgia,
con los labios quemados de frío
con el odio con el que se aman las cosas que no se pueden tener
y una triste resignación en cada llamada que no contestas.
Te seguiré escribiendo hasta que vuelvas con la maleta llena
de mis cartas sin leer
y el corazón con ganas de amarme un ratito más,
y en cada uno de mis suspiros,
un soneto para ti, que no
te gusta la poesía
pero la llevas tatuada en la piel
de la silueta de la espalda.

El arte sin ti sólo es el arte,
y entre versos, 
morirse de frío.

martes, 20 de mayo de 2014

A muerte con la vida.

Luchando entre zarpazos
de esa fiera entre
el recuerdo de unas sábanas
blancas manchadas de guerra,
entre anclas de monedas
en el fondo del más oscuro mar
entre la sangre y la lluvia
del dolor ajeno
entre el sí y el no
de caer o lanzarse
entre la duda y la certeza
de una mente programada
el vacío y la plenitud
de unas manos llenas
vivimos luchando contra la muerte
condenados a la vida.
y viceversa.

viernes, 16 de mayo de 2014

La metamorfosis del amor.

Nació como nacen todas las cosas importantes.
Pequeña.
En silencio.
En una caja de zapatos de alguna niña caprichosa
que soñaba con mariposas
y quizás ya no sea tan niña.
Nació en mitad del frío del invierno
porque no era normal.
Porque no tenía miedo.
Porque lo normal es temerle al miedo,
Porque lo normal es tenerle frío a enero.
Tiñó sus alas de mil colores capaces de brillar
como lo hace una sonrisa sincera
tras una tarde de aguacero
 que cae de unos ojos asustados.
Y de repente nos encontramos cogidos de la mano.
Batió sus alas y fue un huracán que borró
de la vida todo lo triste
todo lo gris
todo lo antes y tan antiguo
que nos hacía sentirnos viejos.
Vivimos mil primaveras a su lado,
o quizás algunas menos,
pero la nostalgia es caprichosa
y siempre puede echar de menos más.
Y ahora llegamos aquí.
Y esa mariposa que nació por casualidad
en el frío de enero
se va.
Vuela lejos. Decidida.
Hacia el lugar donde habita el olvido.
Donde la lluvia no duele.
Donde los siempres y los nuncas son tan relativos
como los tú y los yo
como tus dudas y mis miedos
como tus deseos y mis recuerdos.
Ahora se va, y nos regala su descendencia.
Ahora la mariposa amor
se llama indiferencia.

sábado, 10 de mayo de 2014

Insomnia.

Qué sentimental. Estoy gilipollas.
Detesto cuando acaba la obra
y se me cae la máscara
evidenciando que estoy rota,
entre acto y acto, 
voy de obra en obra.
 A veces una palmadita en la espalda, es un mundo. 
Unas risas bajo sábanas. 
Un momento que solo comprendan dos personas. 
Una noche de desvelos acariciando la piel ajena. 
Unos gemidos, un tacto al tacto, un piel contra piel,
 unos susurros, unos silencios compartidos.
Un hablar de todo y nada,
en el idioma que no comprenden las palabras,
un universo.
 Dejar pasar las horas vacías
 y que por un día, por un momento, 
no sientas que estás desperdiciando el tiempo, sino que, 
al contrario, 
lo estás aprovechando desaprovechándolo,
 pero qué bonita manera de hacerlo. 
Un dormir sobre un pecho desnudo.
Un latir, pensamientos del corazón
en voz alta a ritmo acompasado.
 Que me toquen el pelo.
 Que me besen la nariz.
 Solo por un día, 
 solo por esta noche,
 unas horas compartidas con alguien que no pregunte,
 que no observe y que no analice, 
que no busque palabras,
sino que únicamente se deje deslizar por el silencio. 
No puedo seguir escribiendo,
hoy es una noche de esas tontas,
 ya veis,
parece que los días felices sin motivo aparente
 se han ido para dar paso
 a una soledad abrumadora.

Y en la ventana, el sol, ya se está empezando a reír de mi.

sábado, 3 de mayo de 2014

Carta de no despedida.

Hoy no es nuestro aniversario.
Ni tu cumpleaños.
Ni el mío.
Hoy no tenemos regalos. Ni siquiera nos tenemos a nosotros.
De tantas veces que nos hemos dicho adiós las despedidas han perdido su significado, hemos perdido el sentido, la cordura, y las ganas de seguir besándonos como si fuera la primera vez.
Seguiré mirando al vacío de tus ojos negros. Al fondo, una televisión susurra una desgracia amplificada en tus labios.
Ha chocado un avión. Sin supervivientes.
Qué guapo estás recién levantado.
Llevo la falta que te gusta. Me acaricias la mejilla.
Sonríes y tu boca sube como la espuma de una cerveza
sin desbordar por los ojos.
No me dejas hablar.
No me dejas que te repita que te quiero. Que te sigo queriendo. Como siempre. 
Desde el momento cero, en tus días malos. Que te quiero cuando no quieres que te quiera. Cuando pasas de mi. Cuando te vas de fiesta y no vuelves hasta el día siguiente. Cuando te olvidas que quedamos y te espero en tu puerta por si aún bajas, me sonríes y me cambias la vida.
No me dejas que te repita que te quiero. Que te sigo queriendo. Como nunca.
Desde el momento cero, en tus días buenos. Que te quiero cuando no quiero quererte. Cuando me recojes a la salida y no te espero. Cuando te odio y me abrazas el alma para que no pase frío. Cuando le partes la cara al que se atreva a hablar mal de mi. Cuando me salvas la vida de mi misma y me quieres como nunca me ha querido nadie.
Te acercas. No me besas. Me respiras. Me arrancas la vida y algo se desborda por la herida secreta del lado izquierdo de mi pecho.

"Me voy".
 Chocamos contra tierra. No hay supervivientes.