miércoles, 16 de abril de 2014

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Lo que escribo cuando vives
son sólo lineas torcidas
que se escapan hacia el margen
empujadas por el tiempo,
que pasa, fugaz,
sin ti.
Tú, ignorante de mi
realidad,
te resbalas entre las
gotas de tinta
que me caen de los dedos.
Y naces allí.
Y te haces real.
Y más que palabras,
ya somos nosotros.
Torcidos.
Ilegibles.
Empujados por el tiempo
al borde de la página.
Sin posibilidad de retorno al comienzo de la línea.
Sin papel para más.
Sin pausas.
La lectura frenética esta noche
comienza en el borde de un colchón.

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